Me chirria mucho este término, partiendo de la definición de gestión como: ocuparse de la administración, organización y funcionamiento de una empresa, actividad económica u organismo.
Pareciera que las emociones son algo que hubiera que mantener a raya, que prevenirlas y cuando llegan, dominarlas y organizarlas para que no nos despisten de nuestros objetivos. Además con el mandato de no mezclarlas con la tarea, porque no sería suficientemente profesional. Me sigue chirriando, porque de algún modo me suena automatización y a deshumanización.
La realidad es que las emociones son innatas, naturales y por tanto inevitables. Siempre juegan a nuestro favor, porque nos indican el estado anímico en el que nos encontramos.
Estoy de acuerdo con la idea de conocerlas, ponerles nombre y saber lo que nos pasa cuando vienen. Utilicemos el símil de las olas del mar, algo que claramente sabemos no son fáciles de dominar, pero si podemos estudiar los ciclos y las dinámicas que siguen. Sabemos que tienen un comienzo progresivo, una cresta o momento álgido y que luego remiten. Podemos, por tanto, conocerlas y surfearlas. El problema será cuando experimentamos lo que Daniel Goleman llamaba un “secuestro emocional”, cuando la ola viene, nos arrastra, nos voltea y nos tira de la tabla de surf. En ese momento estamos a su merced y ya no podemos cabalgarlas. Esta parte si se puede entrenar, porque la emoción es gradual y tenemos indicadores que determinan su intensidad. Teniendo en cuenta que la emoción tiene un principio y fin y que no perdura eternamente, podemos ser pacientes y conscientes de que no estaremos enfadados, ni alegres, tristes, asustados todo el tiempo.
Hablemos de poner atención, de conocer, experimentar y de entender nuestras emociones y no tanto en términos tan mercantilistas como llegar a ser “gestores emocionales”.