Mauricio Contreras Sánchez

Vivimos en la época de la abundancia y también de la insatisfacción. Todo, o nos parece poco o no consigue saciarnos y al final, aunque paradójico, experimentamos sensaciones de vacío. En muchos casos, hay una búsqueda constante de perfección, dicho en frases del tipo: ‘quiero ser mi mejor versión’, como si se tratara de una actualización de tecnología.

Muchísimo miedo al error, a equivocarse, a salirse del canon, constriñéndonos y sacrificando gran parte de nuestra creatividad.

Está claro que somos nuestro/a peor juez/a o policía interior. Manteniendo un juego cruel y persecutorio hacia nosotras mismas, que genera demasiada angustia.

A un lado, la autoexigencia que no nos deja ni un respiro, ahogados/as por la presión rígida y la crítica. En el otro la autoindulgencia, que no nos permite evaluarnos, asumiendo la responsabilidad, ni la conciencia. Ambos extremos habitualmente generan poca salida, aumentando el bloqueo y la inmovilidad.

Puede ayudarnos la autocompasión y aceptación de lo que somos, de nuestras faltas y defectos. Una mirada amable, fuera de expectativas e idealizaciones ansiosas.

Así que, soltarse un poco, respirar, dejarse en paz y aceptarse sin pelea, me convence bastante más, que querer ser mejor y mejor.

Como dijo Javier Ibarra (Kase. O), “te pierdes lo bueno buscando el error, te pierdes lo mejor”.

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