Una de las claves para fortalecer nuestro sistema inmunitario y nuestra salud es el descanso, además de la alimentación y el deporte.
Los niños/as en edad escolar están perdiendo más de 3 horas de sueño al día. El ritmo actual de actividades y ocio dilatan los horarios, alargándose en muchos casos, hasta la noche. La falta de descanso implica una falta de energía para realizar nuevas tareas, desánimo y pereza. Los trastornos del sueño infantil pueden dar lugar a problemas de conducta como irritabilidad, impulsividad, inquietud, baja tolerancia a la frustración, apatía y oposición. Afectan a su actividad cerebral provocando déficit de memoria, alteraciones en el lenguaje y los procesos de solución de problemas, disminuyendo del rendimiento escolar y la atención. A nivel motor pueden mermar los reflejos, aumentando el riesgo de accidentes. Afectan también a la salud física, encontrando niños/as pequeños/as que presentan dolores de cabeza y propensión a las infecciones.
Las cefaleas, así como la apatía y el desinterés, suponen un rechazo del niño/a hacia sí mismo, afectando a las sensaciones de éxito y, por lo tanto, a su autoestima. Sentimientos de impotencia y frustración que les impiden ver con claridad a la hora de resolver conflictos con los demás o consigo mismos/as. Distorsiones en la evaluación tanto de sus aciertos como de sus errores, llegando a polarizarse entre la tristeza-aislamiento y la necesidad de ser el centro de atención. Finalmente, pueden experimentar una sensación de vacío, al no cumplir sus metas.
En una sociedad en la que vamos deprisa y sin momentos para pararse, arrastramos también a nuestros hijos/as en la carrera. Todo necesita su tiempo, también el reposo y el descanso.
“Gracias a los árboles, comprendo el significado de la paciencia. Gracias a la hierba, puedo apreciar la persistencia.” Hal Borland.