Existen diferentes estilos educativos como el democrático o asertivo, el autoritario, el negligente, el sobreprotector y el permisivo. Echo en falta el que para mí es el más importante, el estilo coherente. Con él los chicos y chicas saben lo que se quiere de ellos/as y lo que pueden esperar de sus progenitores, porque permanece estable en el tiempo. Cuando decimos una cosa y hacemos otra, o ven que al final no cumplimos, perdemos credibilidad y respeto.
Está claro que cada padre y madre encontrará el estilo que le sea más acorde y que pueda sostener. Teniendo en cuenta que son recursos a nuestra mano y maneras de actuar, podemos elegir el estilo más conveniente en una situación determinada. Por ejemplo, podemos decidir utilizar el estilo autoritario, el cuál no goza de demasiada buena prensa por estar con frecuencia basado en la amenaza o en el miedo y puede ser injusto por inflexible. Por otra parte, la ventaja indiscutible será su gran coherencia, porque sabes exactamente lo que puedes esperar. Es una especie de “estilo guardia civil”, donde te queda muy clarito hasta dónde puedes llegar.
El estilo asertivo basa su congruencia en que respeta los límites impuestos y las consecuencias, facilitando además la escucha y la comunicación.
Sufrimos pensando cuál es el más adecuado y conveniente para la educación de nuestros hijos/as, con qué estilo entenderán mejor nuestras propuestas, sin dejar de hacerles partícipes. Lo más importante siempre será la coherencia transmitida. Que lo que digamos, lo mantengamos y que nuestra palabra se cumpla, para que no se sientan engañados/as y además ganen en confianza y seguridad, previendo lo que va a pasar.
«Sea ésta la regla de nuestra vida: decir lo que sentimos, sentir lo que decimos. En suma, que la palabra vaya de acuerdo con los hechos». Séneca.