Mauricio Contreras Sánchez

¿Son ahora los parques infantiles más blandos? ¿Es la exigencia para pasar de curso menor? ¿Somos los padres y madres menos tolerantes a la frustración y el dolor de nuestros hijos/as? Me temo que las respuestas son afirmativas, encontrando chicos y chicas que, cuando llegan a la adolescencia, presentan muy poca resistencia ante las dificultades. Con un concepto de la disciplina y el esfuerzo bastante ligero. Como padres y madres, desearíamos evitar cualquier tipo de sufrimiento a nuestros hijos/as y el problema es que eso es inevitable.

«Lo que no te mata, te hace más fuerte» o eso se decía en mi época. Y es que estoy seguro que cuando éramos pequeños/as hemos pasado más calor, hemos estado más hacinados en un coche con viajes infinitamente más largos e incómodos. También el colegio duraba más y las clases seguramente eran más aburridas, la mochila no tenía ruedas, nuestros padres trabajaban mucho y tenían menos tiempo para dedicarnos. Había menos opciones de ocio y costaba mucho más resolver cualquier duda. Teníamos en general menos y quizá nos hacía valorar más.

Confiemos en que el error siempre fue un gran maestro, y que si no les dejamos fallar, si no les dejamos fracasar y equivocarse, no les estamos preparando para un mundo terriblemente complejo, cruel y competitivo. En la adolescencia se encuentran con desengaños de tal magnitud, que provocan la caída de su propio mundo y, en ocasiones, crisis existenciales.

Además carecemos de ritos de paso, tanto de la niñez a la adolescencia, como de la adolescencia al mundo adulto. La puesta de largo de los 15 años, el valor que tenía el Graduado Escolar, la posibilidad de trabajar cuando no querías estudiar, la mili…Pasar de etapa implicaba un cambio sustancial, una responsabilidad y un paso más hacia la madurez.

En un mundo actual, que parece un escaparate donde nos sentimos muy vistos/as y expuestos/as, tenemos que generar en los hijos/as autocrítica para que conozcan sus límites y aprendan a aceptarse. También que puedan desarrollar sus potencialidades en lo que sí saben hacer, porque está claro que no todos/as podemos hacer de todo. Ayudarles a encontrar lo que se les da bien y desarrollar sus destrezas. Einstein dijo: «Si juzgas a un pez por su habilidad para trepar árboles, pensará toda la vida que es un inútil».

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