Cuando comienza un proceso terapéutico nuevo, siempre me pregunto cómo concluirá.
Para mí lo ideal es que se proponga un alta, cuando el/la paciente siente que ya tiene los recursos necesarios para caminar y ya no me necesita como bastón para sostenerse.
Según se va evolucionando, las sesiones pueden espaciarse y los/as pacientes empiezan a acudir menos. A veces, incluso desaparecen, de repente. En otras ocasiones, los motivos de ausencia o interrupción tienen que ver con un cambio de domicilio o económicos. En cualquier caso, cada persona tiene derecho finalizar un tratamiento como desee.
Lo que sí recomiendo es poder hacer un cierre, que ayude a ver el camino recorrido, evaluar los pasos dados y recibir feedbacks. No es tanto por mí, como profesional, sino por la sensación de poder terminar una etapa. Las despedidas son costosas y necesarias, por eso, siempre propongo una última sesión dedicada enteramente a cerrar, donde adquiere protagonismo lo ceremonial y lo simbólico, que puede quedar plasmado en un taller o dinámica, que se llevan como recuerdo.
«Solo en la agonía de despedirnos somos capaces de comprender la profundidad de nuestro amor». Mary Ann Evans.